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8/02/2006

La Marcha de los Pingüinos

Hace un par de semanas tuve la suerte de ver el film “El viaje del Emperador”(conocido en Chile como la marcha de los pingüinos) y comprendí la razón del éxito entre el público.
Un documental, como muchos otros sobre animales, pero que transmite un recado para la especie humana: “si trabajan y se sacrifican tanto…. debe ser por los cachorros de vuestra especie”.Justo por esos días, en Chile acontecía (sigue sucediendo) que los escolares (conocidos como pingüinos, por el uniforme oscuro y camisa blanca) efectivamente marchaban por las calles de Santiago y otras ciudades del país.Mas, estos pingüinos humanos (escolares chilenos) marchaban para defender y exigir sus derechos como estudiantes y como ciudadanos. Niños y niñas entre 10 y 18 años, marchaban por las centrales calles de Santiago para reclamar por una mejor educación, pase libre en locomoción colectiva, rebaja o eliminación del cobro por rendir “La PSU” (Prueba de Selección Universitaria), cuyo precio pretenden elevar las autoridades a la no despreciable suma de US 60, mejoramiento de la infraestructura educacional, entre otras demandas.
El hecho de que nuestros pingüinos marchen por las calles del país no es nuevo. Podemos recordar la ola de protestas realizadas en marzo-mayo de 2001, oportunidad en que se unieron a los estudiantes universitarios, quienes protestaban por la estafa por la cual estaban siendo objeto por parte de los empresarios de la locomoción colectiva (les habían cobrado el pase escolar y se habían retrasado demasiado en distribuirlos entre los escolares, cobrándoles pasaje de bus completo pro mientras y sin entregar alguna explicación razonable). El escándalo influyó lo suficiente como para justificar la salida de la entonces ministra de educación Mariana Aylwin, hija del ex Presidente Patricio Aylwin.Por lo tanto, estamos viendo que en Chile sucede algo extraño con los pingüinos. Por un lado se intenta hacerlos partícipes de la actividad nacional (transformándolos en consumidores de bienes y servicios inútiles, en gran mayoría).
Por otro lado, se intenta marginarlos e ignorarlos de cualquier decisión trascendente para el país e incluso para ellos mismos. Además, se destaca el bajo rendimiento (en promedio) que los escolares chilenos tienen según los estándares internacionales de medición de conocimientos, en pruebas de ciencias y matemáticas. Se rebaja (postergadamente) la responsabilidad penal a 14 años, para intentar detener el aumento de los delincuentes menores de edad.¿Qué pasa en la sociedad chilena que los pingüinos deben salir a marchar por las calles, siendo reprimidos por la fuerza pública? ¿Qué pasa con los pingüinos que se han visto involucrados en hechos de violencia debido a las protestas?La explicación puede ser compleja y difícil de comprender. En el país del otrora “jaguar de Latinoamérica” los pingüinos no están cómodos. Alcohol, drogas y delincuencia amenazan constantemente a los adolescentes. Se abre la interrogante social: “¿y qué hacemos con los pingüinos?”.¿Los encerramos para que no cometan delitos?, ¿Los hacemos prisioneros del consumo para que traten de ser felices por algunos momentos?, ¿Dejamos todo igual y nos olvidamos del tema?O bien, podemos comenzar a trabajar duro, como sociedad, para entregarles efectivamente un mundo mejor. Áreas verdes, bibliotecas generosas en libros, profesores mejor capacitados, colegios bien equipados, respeto por los escolares, preocupación en los hogares, integración positiva a la comunidad, apoyo en los desafíos que enfrentan, dignidad.Tómese 2 minutos para pensar sobre el presente y el futuro de nuestros pingüinos en Chile. Como sociedad tenemos la responsabilidad ineludible de preocuparnos de ellos.
Abandonarlos a su suerte, cuando dejan de ser niños, es un crimen.Tal vez si el Gobierno de la señora Bachelet tomara la iniciativa podríamos comenzar a cambiar nuestra mentalidad. Si creamos conciencia de la importancia que significa el desarrollo de los pingüinos a lo largo de la adolescencia, sin duda estaremos en condiciones de imaginar una sociedad superior a la actual, más humana, más culta, más respetuosa, más solidaria, más eficiente, más responsable. La formación de un ser humano no se realiza a punta de clicks de un mouse en un computador de una tienda comercial o de algún ministerio.En todo caso, el hecho de que nuestros adorados pingüinos luchen por sus derechos es un síntoma positivo que indica que ellos no quieren ser del rebaño de la conformidad mediocre y autocomplaciente. Al contrario, se la están jugando por construir ellos mismos un futuro mejor, dado que los “mayores” no los toman en serio. Cuando se hablaba de la pérdida de ideales y motivos de lucha, ellos aparecen en esta década para decirnos: “no bajamos los brazos ni renunciamos a lo nuestro!”. Si nuestros pingüinos tienen que expresarse de estos modos, con protestas callejeras y tomas de colegios, no es porque quieran hacerlo.
En verdad, honestamente, los “mayores” los han empujado a esa posición. Que sigan las protestas, que sigan las tomas de colegios, los pingüinos tienen derechos también.Nuestra sociedad tiene una “tarea para la casa”, que está en relación directa con la educación integral de los jóvenes del país. Los hombres de campo tienen la sabiduría para explicarlo: “las buenas siembras tienen buenas cosechas”. Así debe ser. La educación es labor de todos los sectores de la comunidad nacional. No es única y privativa responsabilidad del ministro de turno. Es un desafío permanente e irrenunciable que los “mayores” (les guste o no) asumen con la realidad nacional.Esta es la gran oportunidad histórica que tanto sueñan tantos líderes políticos, para demostrar las capacidades de manejo de gobierno que poseen. Dejar pasar esta oportunidad significa hipotecar seriamente el futuro del país, renunciar a mejores expectativas de calidad de vida para el grueso de la población. Por mientras, todos dormimos, soñando imágenes de consumo en alguna mega tienda comercial de Santiago de Chile. Por favor, no hagan ruido que los “mayores” duermen complacidos, entre el smog y la mediocracia.

Autor: Rodrigo Belmarnovich, para News Press Photo Agency
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